Cuando el arte te enfoca: el poder de crear para reencontrArte
Hay días en los que siento que soy muchas cosas al mismo tiempo.
Madre de una preadolescente. Trabajadora. Compañera. Amiga. Prima. Hija. Ama de casa. Mujer.
Todo eso. Todo a la vez.
Y en medio de esa maraña de identidades, a veces me pierdo. Me desenfoco. Me siento agotada por el ruido interno, por el intento de sostenerlo todo.
En uno de esos momentos, me encontré con una práctica artística que me cambió profundamente. No hablo de pintar ni de hacer “algo bonito”. Hablo de crear como quien se mira al espejo por dentro, con honestidad, con curiosidad, con amor.
Hablo de componer un “mandala de visión”, una herramienta artística que, para mí, se ha convertido en faro, refugio y punto de anclaje.
Un mapa que habla de tu alma
Cuando me siento perdida, me basta con ponerme delante de ese “mandala” y observarlo. Y algo se recoloca. Sin forzar. Sin pensar demasiado.
Es como si las piezas volvieran a encajar.
Me enfoco. Me recuerdo. Me reconozco.
Hay una verdad tan nítida en esa creación…
Una verdad que no se puede explicar del todo, pero que se siente en el cuerpo con certeza.
Esa visión, esa imagen que he creado con mis manos, me muestra lo que ya está en mí: mi propósito, mis recursos, mi camino.
Y confío.
Confío porque lo he creado yo. Porque lo he sentido. Porque lo he parido desde el arte.
El arte como bálsamo
A veces pensamos que cuidarnos es otra cosa más en la lista de tareas. Pero no. Cuidarse de verdad implica escucharse, parar, mirar adentro y sostener lo que aparezca.
Y eso, cuando se hace desde el arte, tiene un poder indescriptible.
Es revelador. Es sanador.
Es como abrir una ventana dentro del pecho.
Es rendirse al impacto vital que tiene lo simbólico, lo creativo, lo sensible.
Para mí, este tipo de prácticas no solo son un regalo, son una necesidad emocional profunda. Un modo de volver a mí misma sin filtros, sin juicios.
Y cada vez que lo hago, aparece algo nuevo.
Una señal. Un mensaje. Una emoción que estaba guardada.
Y, sobre todo, la certeza de que puedo con todo, de que soy poderosa.
Jugar en serio
El arte tiene esa cualidad mágica: la de permitirnos jugar con lo más serio que llevamos dentro.
No necesitas entender nada. Solo entregarte.
No necesitas tener un objetivo claro. Solo permitir que el proceso te lleve.
Cuando te das ese espacio de creación libre, algo se desbloquea. Algo se ilumina.
Y sí, a veces hay que ser valiente para hacerlo.
Porque abrirse al arte es abrirse a uno mismo. Pero el regalo es inmenso.
Desde que descubrí esta forma de mirar y vivir, me encuentro rodeada de personas que también han experimentado el impacto del arte en sus vidas.
Y eso no es casualidad.
Cuando conectas contigo desde el arte, vibras diferente.
Y el mundo, sencillamente, te responde.
¿Y si te lo permites?
No importa si ahora mismo no sabes exactamente qué quieres o hacia dónde vas.
No importa si estás enredada entre las mil versiones de ti misma.
Solo date un espacio para crear desde el alma.
Y confía en lo que aparezca.
Porque, créeme, lo que aparece cuando te expresas libremente es siempre verdadero.
Y cuando eso ocurre… ya no hay marcha atrás.
Empiezas a vivir con más claridad, más alegría, más poder.
¿Te lo vas a negar?
Un comentario
Con el mandala de visión, de repente, todo está más claro. Todo empieza a pasar. Porque el ‘ya lo he conseguido’ es una herramienta mucho más poderosa de lo que podía llegar a imaginar. Aunque lo estoy trabajando, tengo una cabeza que tiende a la negatividad, pero sabía que solo tenía que confiar y disfrutar del momento. Estoy en un proceso de cambio muy grande y no podría haber estado en un sitio mejor para seguir avanzando. Para mí fueron unas horas mágicas. Un espacio donde pude ser yo, donde salimos de la caja social que no nos deja movernos mucho más allá y donde descubrí lo que significa trabajar desde el inconsciente.
De hecho, entré pensando que iba a trabajar una cosa (esa cabeza que intenta anticiparse a lo que va a pasar) pero acabó siendo otra, porque allí descubrí realmente lo que necesitaba en ese momento y cómo lo necesitaba.
Tengo la sensación de que el mundo cada vez está más irritado, más polarizado, me obligo a ponerme una armadura para salir a la calle o incluso para estar en casa con mi familia. Al cruzar la puerta para empezar el mandala de visión todo fue distinto, todo estuvo bien.
Escribo esto mientras se me remueve todo lo que viví, y me viene a la cabeza, de nuevo, esa sensación tan liberadora del ‘ya lo he conseguido’.